Este poemario propone una visión de la infancia como lugar de la herida fundante, y quizá irreparable, del ser afectivo, así como origen del lenguaje poético mismo, trenzado aquí de ausencias-deseos y horadaciones en la memoria como cuerpo propicio a los quebrantamientos. Una infancia oscura y erotizada que se ofrece sacrificial al sentido artístico, más allá del dolor y la orfandad.
El árbol familiar y el fantasma del hijo no nacido son territorios de sombra que la inocencia quiere recuperar del caos y trascender por la palabra. Aunque, tal vez, trágicamente, a pesar de los afanes de la escritura, "hay dos infancias que no cicatrizan"
Aleqs Garrigóz