«Mirar el tiempo, detener el cauce en que se mueven las edades, es un aspecto de la magia fotografiante. Y la destreza de sostener la impresión de un personaje comunicando a la vez su entorno, su trasfondo vital y su experiencia en los oficios y manejos del pasado, es un aspecto más peculiar. Pero si aparte de aquella mirada y de aquel registro de rostros añejados tenemos un logro de la luz y de la técnica, nos estaremos enfrentando a esos retratos de tiempo detenido y extenso forjados por Gustavo López […]
Fotografiar es un oficio. Fotografiar los oficios es reduplicar: oficio de oficios. Para que los retratos en tus manos vieran la luz fue necesaria una tienda en el desierto árabe, un cuerno de unicornio, da Vinci, los soldados franceses, el pueblo en la cañada, las máquinas que son las mágicas linternas; luego una eternidad, ensayos y preparaciones, muchas familias, el spiritus mundi, el nitrato de plata, y la ciencia, y la paciencia y la dedicación amorosa del artista […]»