A la luz de una tradición pictórica que tal vez se remonte, en sus orígenes, al siglo XVII mexicano, la figuración del paisaje en la obra plástica de Jesús Gallardo ha adquirido un valor estilístico propio e inconfundible en las tres últimas décadas. La excepcional destreza técnica de este artista lo ha dotado de un gran virtuosismo, su fervor hacía los volúmenes (visibles e invisibles) de la materia, a través de una mirada impecable, y sobre todo, la combinación entre el mundo real dentro del crisol de su propia fabulación otorgan a su obra paisajística una intensidad poética de gran belleza, entretejida por una armonía en la que el ritmo del trazo se encuentra estrictamente correlacionado con la atmósfera y el tema.