Como en toda obra del autor,. Cada texto de La nariz roja de Stalin transpira su propio tono, exhala su propio ritmo, desnuda su propia naturalidad y sin embargo, también, expresa la sed y el hambre atávicas, idénticas, que conducen a la destrucción o apuntan hacia el amor posible.
Corte de los milagros, impune perversidad, duplicidades denunciadas, absurdos capturados con teléfono móvil, arte que humilla con su reflejo helado el alma actual, un caótico mismo día de la semana, de los meses, de toda una vida. Por más insólitos que aparezcan, los sucesos narrados por Imanol Caneyada se deslizan sobre el cristal de un lenguaje verdadero, sus personajes resultan entrañablemente intransferibles y los escenarios comienzan y terminan siendo familiares, nuestros, de los lectores.
Agustín Ramos