La búsqueda y el hallazgo de la serenidad son los motores invisibles de Por una vez contra el otoño. De ahí que no se trate de un libro sereno en sí mismo, sino de un conjunto de poemas que persiguen aquello de lo que forzosamente carecen, deseándolo y buscando merecerlo. Búsqueda, pues, de una palabra imposible, austera y sencilla, que revele o contenga el secreto de la calma, tan diferente de la inmovilidad como de la exaltación: «Una sola palabra / conjura la fuga excéntrica del ave / y le ofrece una rama en que adherirse, / un aire del que asirse con más brío». Ni el vértigo absoluto, así, ni el absoluto reposo. Más bien atentas ebriedades, introspecciones agitadas, batallas en miniatura: riesgos y recompensas de proporciones individuales y, por lo tanto, humanas.