En los cuentos de Un larguísimo adiós interminable el autor aborda de manera un tanto descarnada algunas de las múltiples posibilidades del desencuentro. Se trata sobre todo de un desencuentro temporal estructurado en el pensamiento de cada protagonista, al mismo tiempo que se relaciona con sujetos y objetos de su inmediato contorno, el cual afecta por igual a personajes, espacios y momentos. Dentro de atmósferas urbanas enrarecidas, cargadas con esa densidad particular de los días nublados o las noches aguijoneadas por el caos, el tiempo vivido por cada protagonista le brinda la posibilidad de fraguar un contacto y, también una ruptura interminable larvada en el pensamiento. Este lucubrar íntimo se convierte en el cauce por donde fluyen los pensamientos menos susceptibles de confesión, en cuyo torrente suelen aparecer el homosexualismo y el onanismo, la perversión y el deleite sexuales, la enajenación y el incesto, el narcisismo, Electra y Edipo. Como quiera que sea, Roberto H. Dueñas demuestra en estos relatos que sabe hurgar en esa faceta de los hombres, y que sabe concretar, principalmente mediante el monólogo de sus personajes, la sucesión de pensamientos en que deviene cada uno; sucesión que es capaz de concebir relaciones, juegos y posibilidades en un tiempo ilimitado. Aquí se mantienen suspendidas, y desde ahí las vuelca el autor a cada cuento.