La obra de Emma Godoy trasluce un ansia de aproximarse un ideal ecuménico de virtud. La religiosidad de su poesía, que hermana la liturgia a un afán angustioso de sortear la cárcel del lenguaje y de la existencia; su crítica literaria, atenta al sentido místico de la palabra; sus ensayos, con los cuales aspiró a educar a sus lectores en una moral piadosa; sus cuentos en los que lo hiperbólico, la ironía y lo maravilloso sirven a la crítica del hombre, y al mismo tiempo fundan una aspiración a lo elevado; en fin, la espiritualidad de su escritura y de su vida misma: todos éstos testimonios de una fiel vocación de magisterio y servicio a su prójimo, el ser humano, ese vaso terrenal que se ensancha al recibir lo divino.
Aleqs Garrigóz
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