En Efraín Huerta el ejercicio de la palabra estuvo siempre unido a su vida. No hubo divisiones entre el ejercicio de su poesía, sus ideales estéticos y vitales y la profesión de periodista ejercida a lo largo de toda su vida. Fue un hombre fiel a sus convicciones, y las demostró en todo momento: con gran intensidad y pasión, con amor. Ampliamente reconocido como poeta, desde sus inicios, en los que fue llamado “Cantor del alba, del agua, del aire, de la niebla, de los espejos, de la luna, del cristal, de todo lo claro, lo blanco. Poeta luminoso y poeta iluminado; nunca poeta de iluminación; de las luces, sí; no del fácil lucimiento”(1) . Lo que podemos asegurar todos aquellos que lo conocimos, es que siempre le tuvo un inmenso amor a la vida y que fue éste el motor de su escritura.[...]
(1) RafaelSolana. “El poeta de la luz”, en Diario del Sureste, 6 diciembre 1936