Ocupamos un espacio; nos habituamos a él; no importa que la vida nos lleve a apartarnos, crece en nosotros la necesidad de regresar. La casa puede representarnos un refugio; por qué no, nuestra prisión; el lugar, quizá, donde habremos de terminar nuestros días. Los mejores o peores recuerdos la habitan. Podemos estar o no en ella para revivirlos o presenciar el anidamiento de otros.
Casa en ruinas es ahora el conjunto de palabras que remueve en nosotros lo cotidiano, la convivencia diaria, un poco rutina, pero vital, en ese espacio.