"Me duele mucho que mi ahijada no nos escriba, compadre". Sólo lo escuchó. Para sus adentros pensaba. No es mi culpa que se sientan solos. Se sienten así porque ellos se fueron.
La chica no sentía esa necesidad de escribirles porque ella seguía donde mismo, con las mismas personas, excepto por sus padrinos.
Su madrina había nacido allá, pero se la trajeron chiquita. Ya en su adultez, un hermano suyo que viviía de ilegal en el otro lado la instó a que arreglara sus papeles para a su vez obtener el beneficio. El proceso duró décadas, pero el famoso hermano lo logró y claro, la familia de su madrina también cambió de residencia.
Al principio la comunicación y las visitas eran frecuentes. Con el tiempo, las cartas y los viajes se espaciaron cada vez más. Su padrino falleció hace algunos años. Allá se quedó.
Hoy, al leer los relatods que integran esta publicación, parece que ella ha comenzado a comprenderlos; quizá porque su juventud pasó, quizá porque seres queridos han partido, o porque ella misma es ahora extranjera en su propia tierra.
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Textos: Guadalupe Genaro Guerrero González, Tereso Alvarado Ortíz, Martha Gutiérrez Mata, Irma Zavala Almanza, Guillermo Santana Zendejas, María Guadalupe Guzmán Murillo, Richard Velázquez Perales, Josué Flores Rodríguez, Concepción Sámano, Luz Verónica Sierra Aranda.